donde les contamos desde el nacimiento de este hermoso milagrito que llamaremos Carmelo

Monday, October 31, 2005

Capítulo 2 - Casi, casi me quedo sin padres

Estoy un puquito cansado, pero igual le quiero contar esta repiola historia, porque sino me quedo con las ganas, y si me quedo con las ganas, después me hago encima, y viene mi papá y me dice que otra vez, Carmelito, y sos un cochino, y yo que no le entiendo mucho porque habla desde arriba mío, como a un metro lo tengo y yo apenas si me puedo poner los pañalotes solo, y él me los cambia, y ruega porque yo no los moje de nuevo… por lo menos por veinte minutos. Así que no es cuestión de quedarse con las ganas, así que les cuento, así que prepárese. Resulta que, como le conté, y si no se acuerda se embroma, mi papá y mi papá sin bigote (como le digo a mamá cuando estoy enojado), se repusieron felices y todo, hasta me sobaban la espalda con masajes orientales y otras trabucadas leídas en revistas con menos pelo que yo. Pero al cabo de un tiempo, yo dejé de ser tan importante, porque entre ellos dos (o seis si sumamos sus ello, y sus súper yo, según escuché a una superpedagoda en la tele) se empezaron a complicar las situaciones, si vale la pena confesar confesiones inconfesas. Pasa que el muy pirulo de mi pa se puso celosa de yo, y mamá se puso indiferente de él. Así que sumaron, dos y dos, y salió una discusión. Y el jovato de mi progenitor se fue de parranda por ahí. Mi mamá se fue de parranda por acá nomás, en la casucha, bordando algunos ositos, porque cree que me gustan, pero en realidad no me gustan los ositos, sino los gatitos, y ya que andamos en tres (o en cochecito) de confesiones, aclaremos que mi gato preferidou no es ninguno de los dibujitos, sino la Pamela Anderson. Pero bue, mamucha no sabe bordar a la Pamela, ni le alcanza el hilo para el escotazo que tiene. Sigamos. Le contaba que mi pa se fue de parrandas por ahí. No sé a dónde, pero llegó como para prenderle fuego al asado de la barandaza a botiquín de baño que tenía. Olía a quitassssmalte, a hojota de vieja, a todo. Y tenía muchisisisímas marquitas de besitos en la camisa. Y mamá que lo ve llegar y sale con la palmeta para darle a las moscas, y que le da en la retaguardia, y papá que chifla del dolorazo. Yo le tapé los ojitos a mi conejo de peluche, porque es medio salame y cuando escucha un grito, taz, que patalea. Y mamá se pone a llorar, y papá que se hace el bravucón y le dice, casi como un actorazo mi pa, que esto es culpa tuya, yo no quería salir con nadie, pero bueno, vos no me das bolillas, etc. Y yo que me río porque para qué quiere bolilla pa, si tiene el desodorante a spray, y se echa, fishhhhhh, y chau olorazo a chivo. Pero pa se hace el que llora; pero cuando ma le gana en litros de lagrimotas, pa se acerca corriendo para abrazarla, y el muy pavazo se cae, ja ja, yo me reía, y el conejo lloraba, tontazo era. Papá se levanta, y cuando mamá lo ve, la muy inteligente (a alguien tengo que salir, ¿no?) ve que a papá se le cayó una pintura de labios y un par de labios de plástico, con un silbato detrás. Papá se sonrojó, porque hasta yo entendí lo que había pasado. Y ya me lo imaginé al pavote echándose alcohol en la ropa, mientras le pasaba lápiz rojo a esa boquita chiquitita, dejando huellitas en la camisa para llamar la atención. Mamá me llevó a la cunita, y yo antes le di un beso a papá, que se había sacado la camisa y puesto un pijama que le quedaba chico. Y mientras soñaba, se ve que ellos también soñaron con seguir juntos, porque al otro día, cuando me dieron la mamadera de las ocho y media, tenían de un tipo de sonrisa que a uno le tranquiliza la vida. Igual, no pude evitar hacerme pis encima de nuevo. No me aguanto tanto, tengo una vejiga con capacidad para cuatro litros, nada más.