donde les contamos desde el nacimiento de este hermoso milagrito que llamaremos Carmelo

Friday, October 28, 2005

Vida y Obra de un Niño Prodigio

Introducción



Me da un puquito de verguenza (¿está bien escrito o le faltan los puntitos a la uuuu, de uña?) hablar frente un publicazo como ustedes, pero en definitiva…, ya que me tengo que acostumbrar, ya que me tengo que aceptar, ya que soy un genio total. Ni siquiera mis actuales progenitores (aclaro esto porque mi astróloga y contadora dice que en mi reciente vida fui Alejandro Magno, ni más, nunca menos), se pensaban que iba a tener entre sus comunes brazotes el cuerpito de un genio, que ya tiene sólo dos años y medio y ya está por entrar en la facultad. Pero, ejemmmm, perdóneme señor lector, de lentes feos, por no decirle mi nombre. Bueno, lo bueno, ejemmm, bueno, se hace esperar. Mi gracia es Carmelito. Para usted soy Carmelo, porque no nos conocemos demasiado y mi mamá me ha prohibido terminantemente que hable con extraños, o que les de el número de teléfono, y menos plata, porque todavía no sobra para andarla regalando por ahí al primero que se aparezca. Aunque usted parece ser buena persona, no puedo darle tanta confianza, sino después me ligo un reto de mi papá y me deja sin pizza toda la semana. Porque a mi me gusta mucho la pizza. Antes eran las hamburguesas, y estaba obsesionado con las hamburguesas, y no hablaba de otra cosa que no fuesen hamburguesas. Y de un golpe y un porrazo, zasss, llegó la pizza a mi vida. Y todo cambió. Lo que antes era carnes de lombrices, ahora son esas masas calentitas (se me hace agua, o coca cola, la boca), ese quesito derretido, esas sardinitas recién moridas (o moradas, según el tiempo que hayan estado dentro de la latita), que para qué decirle. Da igual, mientras no nos vayamos de tema, porque lo que yo odio (aparte de los payasos, de los muerciégalos, los hipotálamos –como mamá-, y, ahora, las hamburguesas) es desviar el tema. Yo le quiero contar que le pedí a mi papá que me prestara la computadora, para escribir mi primera novela, pero el muy crapuleto (o mostescu), aceptó a condición de incorporar su nombre en el cupiraij, o los derechos (o izquierdos. Perdón por el chiste, sabrá comprender que no me pude aguantar. ¡…El pis sí me aguanto! Lo que no es hacer esos chistes que sólo agradan a inteligentes. A usted le gustó, ¿cierto? Pues, qué bueno). Así que de ahora en adelante les contaré la historia del niño más grande de la historia, a quien admiro desde lo más profundo de mi corazón, desde mis entrañas. Un niño que cambió la historia de la humanidad. Un niño que trajo a este el cuarto planeta desde el Sol alegría y la esperanza. O sea yo, mi historia. Gracias por su atención. Y le pido, porfi, no deje mi libro, todavía no está cansado.